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martes, 3 de mayo de 2022

LA CASA EN LLAMAS


Era un seis de Junio del dos mil dieciséis, llovía a cantaros, mi auto estaba averiado, mi celular sin batería, tenía que llegar a Ciudad Valle, mi esposa estaba por tener a mi primer hijo.

Decidí bajar del vehículo, caminé en dirección a una pequeña casa de madera que se veía a lo lejos en medio del bosque.

Toqué la puerta, una mujer de unos cuarenta años abrió, le explique mi situación, la mujer dudó en dejarme entrar hasta que la voz de un niño a lo lejos le ordenó que lo hiciera.

La mujer me llevó hasta el comedor donde un niño de unos 12 años y su padre estaban sentados, les pedí que me dejaran hacer una llamada, el niño respondió que en la casa no había teléfono, así que les pedí diez minutos para cargar mi celular y  poder llamar a un taxi.

De nuevo respondió el niño, señaló dónde podía cargar mi celular, todo parecía raro pero ante mi urgencia no comenté nada, conecté mi teléfono mientras ellos desde la mesa me miraban fijamente en silencio, el niño con una cicatriz en forma de cruz invertida en su frente desprendía una vibra que me erizaba la piel, sus padres seguían mis movimientos casi sin parpadear, fueron los diez minutos más largos de mi vida.

Mi celular por fin encendió, lo desconecté, me acerque a estos tres personajes y le di las gracias, en ese instante, el niño se levantó y dijo:

-Te he ayudado, estas en deuda conmigo, cuando tu hijo cumpla seis años te cobraré el favor.

Me quedé helado, la casa comenzó a incendiarse, intenté moverme pero mis pies no respondieron, el fuego consumía todo, el niño y sus padres comenzaron a derretirse, ellos caminaron hacia mi mientras su piel caía al suelo, todo olía a carne quemada, sentía el calor de las llamas muy cerca de mi rostro, grité desesperado, los cuerpos derretidos de la familia estuvieron a un paso de tocarme, cerré los ojos y de repente todo quedo en silencio, los abrí nuevamente, las llamas junto con la familia desaparecieron, yo estaba en medio de la casa, pero esta cambió, lucia vieja y abandonada.

Mi celular sonó, brinqué del susto, la llamada era de mi suegra, me avisó que mi hijo ya había nacido, colgué el teléfono y salí corriendo despavorido del lugar.


Escrito por: Eduardo Javier Castellanos.